De
pequeña pasaba horas enteras sentada frente a ella, mirándola, observándola,
era como si al contemplarla me llenara de paz, de toda aquella serenidad que la
inundaba. Nunca vi a mi abuela enfadarse pese a su difícil vida de mujer, su
rostro, su mirada, su figura, su sonrisa, sus manos,… Todo en ella transmitía
paz y serenidad. Una fuerza casi mágica me hacía acudir cada día a su lado y
quedarme exhausta mirándola, observándola. A veces pensaba que cuando acudía a
su lado le robaba toda su paz y me
sentía mal.
Un
buen día, como si mi abuela hubiera adivinado lo que me ocurría, me llamó a su
lado y me dijo:”Necesito compartir un secreto contigo”. Un secreto que debía
guardar en mi corazón tanto tiempo como ella lo había guardado. Aquel día mi
abuela me contó que guardaba en su pecho un frasquito de cristal lleno de
aromas de paz, aromas que salían del frasquito continuamente inundándola toda y
proporcionándole tanta paz y serenidad, que pese a lo difícil de su vida,
disfrutaba y valoraba cada minuto de su tiempo. Pero aquel frasquito se iba
vaciando, los sinsabores de la vida consumían muchos aromas de paz, sin embargo
eso no parecía preocupar a mi abuela, que sabía bien como reponer sus mágicos
aromas. Cada día durante un ratito mi abuela se alejaba del mundo para hacer
bolillos, mientras tejía fabricaba aromas de paz y su frasquito volvía a
llenarse. Aquello me hizo respirar tranquila, me sentí aliviada al saber que
quedarme con un poquito de la serenidad y la paz de mi abuela no la
perjudicaría porque ella sabía como conseguir más de ese elixir.
En
realidad, mi abuela acababa de regalarme su más preciado tesoro, tardé mucho
tiempo en comprenderlo, aquel día me quedé con la tranquilidad de que no hacía
nada malo al observar a mi abuela quedándome con su serenidad.
Mucho
tiempo después, aprendí a hacer bolillos, no consigo hacerlo tan bien como
ella, y reconozco que me costó mucho aprenderlo aunque con la edad me siento
más ágil, pero sea como fuere, cada día dedico un ratito a hacer bolillos, y el
día que no lo hago siento que mi frasquito no está tan lleno ni su olor es tan
intenso. Mi abuela me hizo un regalo maravilloso, me ofreció la posibilidad de
pertenecer a una estirpe de mujeres, capaces de cubrirse con aromas de paz y
abrigarse con los hilos de los tejidos que ellas mismas fabrican para poder
sobrevivir a los tiempos difíciles que nos tocó vivir por ser mujeres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario